Aún quedaban pulseras en los tobillos, en muchos de los que entraban en el vagón. Y sandalias; ahora bailando en los pies por el efecto de la bajada de las temperaturas. Y dedos asomando coloridos... Naranjas, verdes, amarillos: Los tonos flúor de la caducada estación.
Somos aquellos que todavía nos resistimos a sacar las botas los que debajo de un jersey llevamos oculta una camiseta sin mangas; que a mediodía siempre hace calor. Llega el otoño, sí, pero me resisto a abrir el armario por la puerta de la derecha. Ya habrá días. Muchos días...
Mañana voy a ponerme unas sandalias con calcetines.
P.D. Acabo de terminar el último libro de Millás. Quizá eso explique algunas de las cosas que escribo hoy.