Es cierto.
En la vida hay dos tipos de persona, como en el cuento, como en la fábula: La
cigarra y la hormiga. Esa manera de entender la vida, esa versión actualizada
de un principio universal: “Quien ríe el último, ríe mejor”. ¿Tú con quién te
identificas?
Yo, a mi pesar soy hormiga. Y digo a mi
pesar porque ese papel, se convierte a veces en una losa, en una lacra, en una
carcoma que termina por agujerear todo por dentro sin que lo sepas. Y un buen
día descubres que todo está lleno de agujeros y que ya no hay manera de
recuperar el mueble. No se pueden tapar los agujeros y cuando lo tocas, su
estructura se volatiliza… y todo termina siendo serrín.
Estos son los efectos que provoca en el
intelecto ser hormiga. He visto varias veces cómo mi cabeza estaba íntegra por
fuera, pero llena de agujeros. Y el mínimo golpe hacía que se desmoronara y
todas las ideas y emociones acababan trituradas en el suelo; en mi suelo
interior.
La cigarra va mucho más ligera, parece hasta
más alegre. Nada le turba, tampoco nada le espanta. Camina erguida, tiene
facilidad para contonearse, sonríe sin necesidad aparente y es capaz de ir
saludando de un lado a otro como si conociera a todos. Es una farsante pero no
sufre… hasta que llega el invierno.
Hasta
que deja de representar su papel y tiene que ser sólo la cigarra. Entonces los
efectos son mucho más demoledores que los que provoca ser hormiga. La cigarra
no sabe hacer más que un personaje tras otro… en su vida laboral, en su vida
personal, en las relaciones familiares. Y cuando le pones delante el espejo se
pone nerviosa; descubre que no es nadie. Y se horroriza de su imagen. Sólo es
lo que ve.
La hormiga, sin embargo, ha ido sembrando,
recogiendo y guardando. Tiene el almacén lleno. Sus sufrimientos son intensos,
pero no son largos. No duran todo el invierno. Y en el espejo se ve hasta
guapa!
En estos días, mi condición de hormiga se ha
tornado en cigarra de manera puntual. No ha estado mal… Y he descubierto que
ahí está el equilibrio. En ser hormiga para conocer de sus bondades. Y en
utilizar la espontaneidad y la soltura de la cigarra cuando sea necesario. Así
se compensan los errores y efectos de un animalillo y su contrario. Volveré a
probarlo.
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