martes, 26 de agosto de 2014

¿HORMIGA O CIGARRA?

Es cierto. En la vida hay dos tipos de persona, como en el cuento, como en la fábula: La cigarra y la hormiga. Esa manera de entender la vida, esa versión actualizada de un principio universal: “Quien ríe el último, ríe mejor”. ¿Tú con quién te identificas?
 
   Yo, a mi pesar soy hormiga. Y digo a mi pesar porque ese papel, se convierte a veces en una losa, en una lacra, en una carcoma que termina por agujerear todo por dentro sin que lo sepas. Y un buen día descubres que todo está lleno de agujeros y que ya no hay manera de recuperar el mueble. No se pueden tapar los agujeros y cuando lo tocas, su estructura se volatiliza… y todo termina siendo serrín.
   Estos son los efectos que provoca en el intelecto ser hormiga. He visto varias veces cómo mi cabeza estaba íntegra por fuera, pero llena de agujeros. Y el mínimo golpe hacía que se desmoronara y todas las ideas y emociones acababan trituradas en el suelo; en mi suelo interior.
   La cigarra va mucho más ligera, parece hasta más alegre. Nada le turba, tampoco nada le espanta. Camina erguida, tiene facilidad para contonearse, sonríe sin necesidad aparente y es capaz de ir saludando de un lado a otro como si conociera a todos. Es una farsante pero no sufre… hasta que llega el invierno.
   Hasta que deja de representar su papel y tiene que ser sólo la cigarra. Entonces los efectos son mucho más demoledores que los que provoca ser hormiga. La cigarra no sabe hacer más que un personaje tras otro… en su vida laboral, en su vida personal, en las relaciones familiares. Y cuando le pones delante el espejo se pone nerviosa; descubre que no es nadie. Y se horroriza de su imagen. Sólo es lo que ve.
   La hormiga, sin embargo, ha ido sembrando, recogiendo y guardando. Tiene el almacén lleno. Sus sufrimientos son intensos, pero no son largos. No duran todo el invierno. Y en el espejo se ve hasta guapa!
   En estos días, mi condición de hormiga se ha tornado en cigarra de manera puntual. No ha estado mal… Y he descubierto que ahí está el equilibrio. En ser hormiga para conocer de sus bondades. Y en utilizar la espontaneidad y la soltura de la cigarra cuando sea necesario. Así se compensan los errores y efectos de un animalillo y su contrario. Volveré a probarlo.

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